Este fin de semana las redes sociales han estado informando al máximo sobre lo ocurrido en la macrofiesta celebrada en el Madrid Arena. A parte de la sobreventa de entradas, un total de 20.000 cuando el aforo era de 9.000 personas, han salido a la luz nuevos detalles como la deficiencia de los servicios sanitarios, la falta de seguridad en el recinto o las irregularidades a la hora de las identificaciones para acceder al concierto.
Si unimos todo los datos que han ido saliendo, y los que probablemente nunca se sepan, deberían hacer que nos planteáramos muy seriamente en el por qué de lo ocurrido. Las jóvenes fallecidas murieron por asfixia al ser aplastadas y una de ellas era menor, lo que implica que entró con carnet que no era el suyo. Los padres de una de ellas, ni siquiera estaban en la ciudad y el Instituto Anatómico Forense era un goteo de familias preocupadas para identificar a las víctimas.
Estaba fuera de Madrid y he ido siguiendo todos los progresos a través de Twitter y de las redes y lo que en principio fue una gamberrada, al lanzar una bengala, se ha convertido en una auténtica tragedia en la que hay, en mi opinión, varios culpables. Empezando por la organización y acabando por los inconscientes que lo han provocado. Recuerda mucho a lo ocurrido hace años en la discoteca Alcalá 20, conocida como la ratonera y en la que fallecieron muchos jóvenes al no poder salir.
Da basante pena y miedo pensar en que a pesar del paso de los años y de unas circunstancias diferentes, los efectos devastadores son los mismos.
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